lunes, 30 de noviembre de 2009

¡Vamos a hacer prácticas!

Buenos tiempos para la lírica.

Pues bien, creo que a estas alturas de itinerario ya va siendo hora de aparcar la teoría por un momento y pasar a la práctica. ¿Os apetece un poco de hacking social?

Siguiendo las indicaciones que nos da David de Ugarte en su libro "El poder de las redes", son tres los elementos en que deberíamos basar nuestro ciberactivismo: el discurso, las herramientas y la visibilidad. A esto añadiría yo un elemento previo extraído directamente de la más pura tradición del software libre: toda iniciativa hacker tiene su origen en un motivación personal.

Pues ahí va mi motivación, o dicho de otro modo, la lírica que me anima: en mi ciudad, como supongo que en muchas de las vuestras, salir a pasear con mi hijo y su silla de ruedas es una verdadera epopeya; algo parecido ocurre a quienes conducen su propia silla, a los que pasean con coches de bebé, a las personas mayores... ¿No es hora ya de trabajar por la eliminación de barreras?

Situados en este punto y para continuar definiendo la acción, los otros elementos con los que os propongo emprender el ciberactivismo serían, en una versión muy preliminar, los siguientes:

1) El discurso. Si algo podemos aprender de un movimiento como Otpor! es la fuerza de un mensaje positivo y unas ciertas dosis de humor. En este terreno mi propuesta es usar la ironía de un mensaje que pretende mostrar la dificultad para andar en silla de ruedas (como no sea instalandole unas alas) a través de aceras estrechas, pasos de cebra con coches aparcados, edificios no accesibles o bordillos elevados. Podría ser algo como:

Zona de avistamiento de sillas volantes.
Logotipo con icono de silla de ruedas junto al icono habitual para zonas de avistamiento de aves o paisajísitcas
Trabajemos por la eliminación de barreras arquitectónicas.
Dirección web

2) Las herramientas. En la página web referida (quizá con una agregación de blogs colaboradores) estaría disponible una plantila para la fácil impresión de pegatinas con este mensaje.

3) La visibilidad. Adicionalmente, en esta página se animaría a contribuir a una galería de fotografías tomadas en lugares no accesibles donde se hayan situado personalmente estas pegatinas o simplemente se haya encontrado una.

Si os apetece participar en esta experiencia os invito a todos los itinerantes, a los indianos y a cualquier otro que pase por aquí a terminar de definir la acción y colaborar en su desarrollo para observar lo que ocurre. ¿Os animáis?

El poder de las redes

Toda estructura de información esconde una estructura de poder.

En este libro David de Ugarte nos lleva de la mano siguiendo la evolución de las diferentes topologías que han soportado el intercambio de información a lo largo de la historia, respondiendo en cada caso a los objetivos del momento y reflejando las estructuras de poder que los animaban.

Así descubrimos cómo cada momento histórico y el modelo de poder que lo caracteriza se apoya en una red de información con una estructura particular: el estado feudal con su red centralizada, la revolución industrial con una red descentralizada y el periodo post-industrial en el que estamos inmersos por una red puramente distribuida.

Y es que cada uno de estos escenarios, analizado desde una perspectiva económica, se sustenta en una política de incentivos vinculada a la consecución de sus objetivos. Y cuando esta política de incentivos alcanza sus límites, no puede sino empujar a un cambio de paradigma y organización.

La época industrial requiere un gran número de técnicos especializados con acceso a un conocimiento hasta entonces poco accesible. Más aún, un mundo industrializado en plena expansión colonial implica el establecimiento de nuevos puentes de comunicación entre las estructuras propias de la época anterior (empresas multinacionales, sindicatos “internacionalizados”, etc.). Estos objetivos suponen la necesidad de una lógica de incentivos diferente, ya propia de un mundo descentralizado.

Pero la evolución no se detiene ahí, y a las capacidades técnicas que requiere la era industrial le sigue una cada vez mayor necesidad de innovación y creatividad, algo que una estructura descentralizada ya no puede favorecer. De nuevo, la lógica de incentivos establecida no soporta adecuadamente los objetivos que se persiguen: como muy bien ironiza Himanen en su Etica del hacker, Einstein seguramente habría alcanzado más fácilmente su fórmula bajo una jerarquía científica burocrática basada en superiores, jefes de departamento y responsables de división que, lógicamente, supervisarían y aprobarían o no cada innovación antes de dejarla pasar hacia arriba.

Y es que, como se destaca en este irónico ejemplo, la estructura de poder implícita en un red descentralizada supone toda una serie de filtros que la información debe superar antes de poder expandirse. Un elemento de la red o nodo solo puede establecer un camino de comunicación tras pasar por todas la serie de nodos “censores” bien establecidos en la jerarquía por encima de él mismo.

Así pues, cuando la necesidad de innovación y creatividad deja vislumbrar los límites de la estructura descentralizada y su política de incentivos, no queda otra opción que dar un siguiente paso evolutivo y apostar por la red distribuida que facilita el intercambio libre de información, desde el momento en que cada nodo puede encontrar múltiples caminos para la comunicación y, por tanto, ningún nodo único ejerce un control exclusivo o censura sobre ella.

Es este el mundo en que ya vivimos y que tan bien representa la blogosfera como ejemplo de red de información donde se define otra agenda pública (no ya la de los media tradicionales), o el software libre como producto de la innovación tecnológica fuera de las “catedrales del conocimiento”.

Evidentemente este cambio no será fácil para nadie y no dejará de haber quien pretenda parar la marea empujando las olas de nuevo mar adentro; pero es esta una tarea épica e inútil y mas vale empezar a cambiar de actitud y apostar por la lírica, disfrutando mientras se nada en un mar cada vez más movido, más grande y más lleno de nadadores...y de peces.

Aún hoy podemos encontrar muchos ejemplos de esta inútil resistencia, en ámbitos tan evidentes como el de la defensa de la propiedad intelectual desde un ángulo equivocado (conservar los privilegios de los supuestos únicos agentes productores autorizados, algo sobre lo que hablo en otra entrada de este blog).

Pero me gustaría terminar apuntando otro de estos casos, no ya por su importancia sino por lo simbólico del lenguaje que utiliza, que refleja perfectamente una estructura de poder que ya ha quedado superada: cuando conecto a Internet, mi nodo superior de acceso aún pretende ejercer de filtro o “proxy” respecto a mi capacidad de comunicación. Y lo que es más, establece una absurda distinción entre mi velocidad “de subida” y “de bajada”. ¿Qué ejemplo más gráfico que éste de una visión trasnochada sobre los papeles de productor y receptor en una red distribuida?

domingo, 29 de noviembre de 2009

La información quiere ser libre

La defensa de la libertad de la información no se basa en un ataque a la propiedad intelectual o los derechos de autor. Simplemente busca establecer una forma de distribución del conocimiento, precisamente ejerciendo esos derechos, que lo ponga al alcance de todo el mundo y cualquiera pueda usarlo en beneficio común.

La clave que deberían comprender quienes han convertido la defensa a ultranza de unos privilegios a perpetuidad en su objetivo, es la existencia de muchos nuevos productores de información que, ejerciendo su propia libertad de creación, han superado una lógica de distribución descentralizada y la estructura de poder, control y censura que ésta conlleva.

Y aquellos que quieran cerrar sus ojos o, lo que es peor, los ajenos a esta nueva realidad, se engañan al insistir en que son la piratería y el delito los que acabarán con su negocio y sus privilegios. No es así, es la simple lógica de un mercado postindustrial, basado en la libertad de creación y la abundancia propia de una red distribuida, lo que les adelantará por el arcén mientras ellos insisten en la necesidad de controles de carretera cada vez más paranoicos.

Islas en la Red

Laura Webster y su esposo David viven en el albergue que regentan para la compañía Rizome en la isla norteamericana de Galveston.

Mientras que David no aspira a más que una vida tranquila en este pequeño mundo, dedicando su creatividad a la construcción de sólidas edificaciones de arena aglomerada, Laura descubre que bajo esa misma arena la marea ha enterrado sucios restos con los que una puede tropezar mientras hace footing y llegar a provocarse dolorosas heridas.

Es entonces cuando Laura decide cavar hasta el fondo y llegar hasta las raíces de todo lo que se oculta bajo su playa, y del mismo modo, bajo la Red donde desarrolla su vida.

Y es observando detenidamente ésta Red de constantes intercambios, con rebeliones que surgen y se extinguen en cualquier isla y en cualquier momento, como llega a descubrir las distintas estructuras de poder que conviven en ella y dan respuesta a su manera a los retos que se les presentan.

Descubrimos con ella los paraísos de datos como Granada o Singapur, con su apuesta por estructuras centralizadas que los mantengan en su aislamiento; también conocemos coaliciones como la Convención de Viena y su cara oculta, el ELAT, que apuestan por una estructura de poder descentralizada basada en un fuerte jerarquía y un estricto control y censura de la información.

Y finalmente, conocemos nuevos tipos de corporaciones basadas en la democracia económica, que son conscientes de formar parte de una red distribuida y muestran la agilidad propia de una enredadera para establecer con sus rizomas nuevos puentes y conexiones según lo va exigiendo un mundo tan cambiante.

jueves, 19 de noviembre de 2009

La crisis del Alakrana

En mi clase de inglés de ayer surgió un intenso debate respecto a la crisis del Alakrana y la censura o respaldo a la gestión que ha realizado el Gobierno.

Vaya como anticipo que no conozco al detalle todos los aspectos operativos en que se basan las críticas o apoyos, muy posiblemente porque en las ocasiones en que me he acercado al tema a través de los medios generalistas me he sentido tan descorazonado que he preferido pasar a otro asunto (en mi ranking personal, el debate de la tarde del miércoles en la Ser entre representantes de partidos políticos fue insuperable: que si deben dimitir tres ministros, que si el barco ni siquiera llevaba bandera española -era la ikurriña-, que si el PNV no admite la intervención del ejército en territorio vasco pero ahora piden ayuda, etc, etc, etc; imagino que barbaridades como éstas se habrán podido leer y escuchar en muchos otros lugares)

Salvado pues este aspecto, cuando en la conversación que mantuvimos ayer noche me preguntaron el obligado "¿y tú que habrías hecho?", solo pude contestar de manera poco precisa con un "pues depende de lo que quisiera conseguir y de las circunstancias".

Era este un intento de expresar mi punto de vista referido a la necesidad de debates reales, no envenenados desde el inicio, en los que se consideren las circunstancias que rodean al asunto en cuestión y cuales podrían ser las mejores opciones para actuar en función de aquellas y del objetivo marcado.

Y es que las cosas no son solo blancas o negras: existe una infinita gama de grises que es donde habitualmente se sitúa el sentido común. No obstante, esta idea que no acabo de formular del todo bien la expresa magistralmente Juan Urrutia en su post de hace unos días referido también al tema del Alakrana visto desde la lógica del óptimo subsidiario.

Para finalizar diré que en el debate de anoche no llegamos a ningún tipo de acuerdo final sobre lo bien o mal que se ha gestionado el asunto, pero en el camino de expresar opiniones diferentes y examinar las alternativas sí que encontramos al menos un punto de acuerdo sobre el modo de gestionar una parte del problema.

Es muy posible que buscando estos pequeños puntos de acuerdo y actuando según ellos se pudiera intervenir en ésta y otras situaciones, modificando así al menos en parte las circunstancias y esperando que las nuevas condiciones nos dieran nuevas pistas sobre cómo seguir actuando en el futuro. Aunque claro está, habrá quien llame a esto improvisación...

jueves, 5 de noviembre de 2009

La rebeldía en las redes

Tras la lectura de "Aburrimiento, rebeldía y ciberturbas" de Juan Urrutia y repasar el post de Fer titulado ¿Estamos destinados al cambio?, debo matizar algunas de las ideas que exponía en mi anterior post y que ahora comprendo mejor.

En particular, cuando hablamos de la influencia de la topología de red (cerradas vs. abiertas) en la facilidad para que prospere una rebelión, según sea el umbral de rebeldía de los miembros, se presenta la aparente paradoja de que para umbrales bajos la rebelión prospera mejor en redes cerradas y tupidas, mientras que con umbrales altos el cambio se desarrolla más fácilmente en redes abiertas.

Siendo esto cierto, no lo era tanto mi interpretación en el sentido de que "pequeños cambios prosperan bien en redes cerradas, pero grandes cambios prosperan mejor en las abiertas". Y esto no es cierto porque la relación entre umbral de rebeldía y naturaleza o tamaño del cambio no es tal: en realidad, introduciendo el concepto de "irritación" que utiliza Urrutia en su texto, un umbral de rebeldía bajo lo que implica es un verdadero hartazgo o irritación (quizá también aburrimiento) tanto que no necesito tener constancias de demasiados apoyos para atreverme a iniciar la revuelta.

En el sentido contrario, un alto umbral de rebeldía se podría aplicar a aquellos cambios que "no me parecerían mal" pero que no me irritan a tal punto como para comprometer el equilibrio de la red (o lo que es lo mismo, la aceptación de pautas comunes entre los miembros) salvo que sepa que son muchos otros los que también quieren ese cambio.

Así pues, la conclusión parece ahora más clara: para un pequeño umbral de rebeldía (tal grado de irritación que propondría una revuelta aún con pocos apoyos) el conocimiento común de una red cerrada favorece encontrar esos pocos apoyos necesarios; ahora bien, para situaciones no tan irritantes, la ventaja de una red abierta en cuanto a su facilidad de crecimiento actúa a favor de actos de rebelión que requieren conocer la preferencia de un elevado número de agentes.

De toda esta interesante lectura me gustaría rescatar aún otra idea: en estas dinámicas de red donde la influencia de unos agentes en el resto (el conocimiento común de preferencias) es tan determinante, es muy probable encontrarse en un estado de equilibrio de Nash subóptimo. En una interpretación simple y práctica de este concepto, implicaría que existe un "mejor estado de las cosas" potencial pero que no se va a alcanzar nunca porque los agentes no propondrán un cambio (que sería mejor para todos) al no tener certeza de que contarán con apoyos suficientes (ya que si finalmente no contaran con apoyos se arriesgarían a perder una situación que aún les favorece personalmente, aunque no sea al máximo posible).

En este estado de cosas, reflexiono sobre el movimiento Otpor y otras revoluciones que de momento han quedado por el camino (Sahara occidental, elecciones en Irán, etc.) Imagino que en Serbia, un umbral de rebeldía cada vez menor y el mayor conocimiento común alimentado por Otpor y otros movimientos similares contribuyeron a un cambio muy necesario.

¿Y en otros casos? Pues sinceramente y muy a mi pesar pienso que es el equilibrio subóptimo lo que nos pesa (el clásico "qué dirán", que dirían algunos): ¿no es más fácil para la mayoría apagar la tele después de las noticias y esperar a que nuestros mayores - Gobierno, ONU, OTAN - "lo arreglen todo" como han hecho siempre?

Buscar ese mejor equilibrio posible a base de rebajar nuestro propio umbral de rebeldía (o atrevimiento consecuencia de la irritación), extender la red abierta con que nos relacionamos (la diversidad que tan inteligentemente identifica Fer en su post) y atreverse a "hacerse mayor" y expresar el propio deseo de cambio podría ser la alternativa...

...en otro caso, quizá sea el aburrimiento el que acabe viniendo al rescate.